domingo, 30 de enero de 2011

Ciencia y ambiente, una ficción solo a medias

Hace unos días se asomaba al blog una obra de Rafael Marín –hablo, claro está, de Lágrimas de luz– que despertó la curiosidad de muchos de vosotros y que, tal vez por pura lógica y de forma completamente natural, hacía surgir entre los comentarios un aspecto de la ciencia ficción que constituye prácticamente una constante dentro del género: su insistencia en ser (o intentar aparentar ser) real. Esta característica, me diréis, es inherente a toda la literatura. Al fin y al cabo, toda obra narrativa busca, por fuerza, dotarse de una coherencia que permita al lector abstraerse de la realidad y aceptar la invitación que le hace el autor de abrazar la suya propia. Sin embargo, cuando hablo de que la ciencia ficción busca con afán constituirse en realidad, lo hago no porque crea que intenta dotarse de una capa de verosimilitud mediante una relación de avances científicos y tecnológicos, sino porque buena parte de la obra existente en este género (quitando tal vez la space opera, y puede que no toda, además de algún que otro título) incorpora algunos aspectos de crítica social, o de búsqueda de la propia identidad del ser humano y, por qué no, de la Humanidad. Si recordamos algunos clásicos del género (y de la literatura), como 1984 de Orwell, Un mundo feliz, de Huxley o Fahrenheit 451 de Bradbury, veremos que todas estas distopías se caracterizan por lo dicho anteriormente.

A raíz de lo anterior, me propuse escribir una entrada que tenía pendiente desde el verano. No sé si afortunadamente o no, os seguís librando de las entradas entomológicas que tengo previstas, je, je… Hoy me gustaría que nos acercáramos a uno de esos temas que nunca sé si publicar en Andanzas de un Trotalomas o aquí; en concreto, el medio ambiente y la ciencia ficción. Aunque me gustaría centrarme en la ciencia ficción literaria, es cierto que el cine también ha ofrecido a lo largo del tiempo algunos títulos interesantes y bastante populares, como el archiconocido “Avatar” de Cameron (claramente basado, aunque no haya sido reconocido, en el relato Llamadme Joe de Poul Anderson, el autor de La espada rota), y alguna otra película a la que también me referí en su día. En cualquier caso, presentar una relación exhaustiva de títulos haría agotadora la lectura de la entrada y, muy probablemente, me dejaría bastantes por el camino. Así que, a partir de este momento, “son todos los que están, pero no están todos los que son”.

La Tierra permanece, escrita por George R. Stewart en 1949, presenta ante nosotros un apocalíptico futuro en el que una extraña plaga ha hecho desaparecer a prácticamente toda la humanidad. Nuestro protagonista, un geógrafo, describe con minuciosidad la degradación medioambiental que va presentándose a sus ojos. Aunque encuentra a una superviviente y forman una familia, todo el conocimiento humano se perderá cuando él muera y es que, como apunta su título, solo la Tierra permanece.

Una de las mejores novelas de ciencia ficción que he leído ha sido Dune, de Frank Herbert. En ella, el autor nos sitúa en medio de una vorágine de luchas por el poder, políticas feudales despiadadas y de problemáticas medioambientales. El planeta Arrakis (Dune) es vital para el Imperio ya que allí se produce la melange, una especia que permite a los Navegantes ejercitar sus poderes prescientes y trazar rumbos seguros a cualquier parte de la galaxia. Hasta Arrakis llega el joven Paul Atreides, y allí conocerá al pueblo Fremen, que lucha  por conservar su modo de vida en un planeta desértico, donde el agua es el máximo de los lujos y su presencia en el planeta incompatible con los designios del Emperador Padishah Saddam IV, dado que destruiría a los inmensos gusanos de arena que aparecen siempre vinculados a la melange. Ya en su dedicatoria, Herbert hace alusión a la ecología del planeta:
“A la gente cuya labor va más allá de las ideas, al reino de los 'materiales concretos y reales'- a los ecólogos de las tierras áridas, dondequiera que estén, en cualquier tiempo en que trabajen, este esfuerzo de predicción les es dedicado con humildad y admiración.”
Y es que los Fremen llegarán a ser ante nuestros ojos verdaderos ingenieros ambientales, buscando mejorar sus condiciones de vida en Arrakis mediante la modificación de su entorno con el agua, siempre, como protagonista.

Gregory Benford escribió Cronopaisaje en la década de los 80 del pasado siglo. En esta novela, la Tierra pasa por una grave crisis ecológica justo a finales del siglo XX: los gobiernos imponen todo tipo de restricciones a la población y no se ve salida al grave problema en que la humanidad se encuentra inmersa. Entre este caos, el físico John Renfrew propone enviar un mensaje al pasado transmitiéndolo mediante unas partículas que podrían viajar a mayor velocidad que la luz. Avisarían así a los habitantes del pasado del problema que se les venía encima y podrían intentar ponerle remedio. El invento funciona, y en 1962 Gordon Bernstein detectará las emisiones. Aunque la temática medioambiental está presente, Cronopaisaje profundiza en la relatividad del tiempo y, sobre todo, en la incomunicación del ser humano. Tanto por las dificultades de transmitir el mensaje al pasado como por difundirlo entre una población escéptica, que lo interioriza de muy diversas formas.

Otra obra que plantea un futuro incierto para la Humanidad es Galápagos, de Kurt Vonnegut, aunque lo hace con el sentido del humor y la fina ironía que acostumbraba a dar a su peculiar visión de la ciencia ficción. Hablé del libro en su día, así que os remito a la reseña en cuestión si queréis saber más sobre cómo Darwin y las Galápagos marcaron un nuevo camino evolutivo para nuestra especie en el hipotético futuro dibujado por el autor.

Otra de las distopías más interesantes es El rebaño ciego, de John Brunner, primera parte de una trilogía compuesta por este título, Todos sobre Zanzíbar y Órbita inestable. En un mundo contaminado, los niños son pasto de todo tipo de enfermedades y la esperanza de vida se acorta cada vez más. No es el futuro, sino el presente (ahora pasado) en que Brunner situó la acción del libro, que avanza siguiendo varios ejes simultáneos que no siempre se entrecruzan. Transcurren los años 70 del siglo XX y el afán consumista ha convertido EEUU en un inmenso estercolero, con sus ríos contaminados, un ambiente enrarecido que nadie se atreve a respirar y que propicia la repulsa del resto de países ante la voracidad de los norteamericanos. Pero la novela no se queda aquí, sino que Brunner presenta a todo tipo de personajes moribundos, desencantados pero encerrados en un circulo destructivo, cuya única esperanza es Austin Train, el personaje que tras falsas identidades presenta batalla desde una actitud crítica que llegará a calar entre el común desencanto de la población.

¿Alguna vez he mencionado a George R. R. Martin por aquí? ;) Sus cuentos sobre Tuf (editados de forma conjunta bajo el título Los viajes de Tuf) hacen en ocasiones referencia a problemáticas medioambientales y sociales. Haviland Tuf es un peculiar personaje, un inteligente comerciante que se hace con una nave abandonada, una cosechadora que permite realizar clonaciones y crear nuevas especies para repoblar planetas. Especialmente me gustaron los tres que conforman las visitas de Tuf al planeta S’uthlam: “Los panes y los peces”, “Segunda ración” y “Maná del cielo”, donde se plantea la problemática de la superpoblación y la escasez de recursos. El estilo de Martin en estos cuentos me recordó muchísimo al Asimov de Estoy en Puertomarte sin Gilda.

La trilogía de El Paralaje Neanderthal (compuesta por los títulos Homínidos, Humanos e Híbridos), de Robert J. Sawyer, es una ucronía particularmente curiosa, en la que los neandertales no se han extinguido (sino nosotros) y sus sociedades se han desarrollado en un ambiente de marcado contraste con las que conocemos. La religión está completamente ausente, las relaciones amorosas vinculadas a ambos sexos, la ausencia de mentira (por la capacidad de comprender el lenguaje corporal y las altas capacidades olfativas de la especie) o el cuidado del medio ambiente serán aspectos en los que Sawyer incidirá a lo largo de los libros.

Existen otros muchos títulos relacionados con esta temática y que no he tenido aún oportunidad de leer. Por ejemplo, una noticia que escuchaba ayer sobre la importancia del orangután (de los grandes simios, el que guarda menores diferencias con el ser humano, con quien comparte el 97% de su carga genética), que mediante el estudio de la respuesta de su organismo a graves enfermedades puede permitir dar con una cura para las mismas, me recuerda al argumento de Hierba, de Sheri S. Tepper, donde una plaga asola la galaxia y únicamente el planeta Hierba, donde la extensa sabana que la cubre muestra una naturaleza sin corromper por el hombre, parece inmune a la misma (y, de paso, a la película “Los últimos días del Edén”). Chile en llamas, de Darío Oses, parece mostrar un paisaje algo catastrofista sobre el futuro de la humanidad, y otro tanto le ocurre a Límite del alemán superventas Frank Schätzing, donde la solución a un planeta esquilmado y en las últimas se encuentra en la conquista espacial, con la Luna y Marte como destinos clásicos para el hombre. Margaret Atwood, por su parte, nos propone una reflexión en torno a la ingeniería genética y sus consecuencias en Oryx y Crake, uno de los libros a los que tengo pendiente echar un ojo desde hace tiempo.

En resumen, un apasionante mundo este de la ciencia ficción, ¿verdad?

¡Feliz lectura!

Podéis indagar un poco más por aquí:

9 comentarios:

Carol dijo...

Me apunto los títulos que nos propones, aunque no es un género que lea muchísimo, me gusta mucho la ciencia ficción, especialmente las distopías o aquellos relatos que puedan tener cierto componente de realidad. Entre mis favotitos están 1984 y Farenhet 451, este último con el tema de los libros y las pantallas por doquier me puso los pelos de punta ja ja Bsos!

@scen dijo...

Fantástica entrada, muy bien documentada. Me gusta mucho la ciencia ficción, aunque debo reconocer que he leído pocos libros de los que nombras.
Dune en concreto, ni siquiera lo he intentando. He intentado ver la película y me he dormido antes de la media hora. Ha conseguido que no quiera acercarme al libro.
Un beso.

AD dijo...

Me has dejado fascinada con esta entrada y confieso, no soy lectora de ciencia ficción...¡pero sí de ti!
Creo que el tema tiene mucha tela por donde cortar, me hubiera gustado más reseñas, pero espero que los lectores de este blog la enriquezcan.
Ahora terminé de repasar tu blog, me quedo con la traducción de la fantasía, copiada y bien guardada.
Un saludo, que estaba perdida pero ya puse los pies en...el mundo virtual, jeje.
Abrazos habaneros.
AD.

La Belle Dame Sans Merci dijo...

¡Mon dieu! ¡Cuánta información interesante. Así, de primeras, necesito leer El Paralaje Neanderthal. XD

Isi dijo...

No he podido leer la entrada todavía porque estoy en shock tras un examen, pero sólo quería venir a darte ánimos para los exámenes!! (en otro momento la leo, eh!).
Pues nada, a mí de momento me quedan 3 para ser veterinaria (esto se va acabando, por fin!)

loquemeahorro dijo...

Me encantan las distopías y las ucronías, y en general todo lo que supongan saltos en el tiempo, etc...

Y viene muy a cuento porque hoy es el día de la marmota :-)

De pequeña me impactó muchísimo "Una india en las estrellas", aunque francamente no sé si tiene mucho que ver, aunque eran estériles, eso sí.

Iba a mencionar a mi amadísima Margaret Atwood, pero en el último minuto, me la has robado.

Felicidades, qué entrada más completa.

pd. Y suerte!

Maribel dijo...

Hola Homolibris, menudo repaso que le pegas al género y consigues ponernos un poquito al día a aquellos que sólo conocemos algunos clásicos.
Qué acertado título, y ya sé que me repito, me viene a la memoria Rodrigo Fresán con En el Fondo del cielo, que defiende una ciencia ficción no tan ficción, y se considera deudor de autores como P.K. Dick..(espero haberlo escrito bien, jejej)
Hablando de distopías, muchas novelas e historias actuales no hacen sino beber de Un mundo Feliz, 1984...como La Isla....

Me gustá la Ucronía , en la que los neandertales no se han extinguido , últimamente hay muchos trabajos en Gestión que indagan en ello...¿Cómo que todo no va a ser apocalíptico?? ¿Te has pasado a los integrados??, jejeje!

Un fuerte abrazo, y gracias por hacer que sigamos aprendiendo ;-)

Lectora dijo...

Yo reconozco que así a primera vista la ciencia ficción me da una pereza horrible, sin embargo las distopías que mencionas me encantan, quizás porque tocan temas más sociales y son menos descriptivos en los temas ambientales.

Aún así los 3 o cuatro libros que he leido de Asimov la verdad que me han gustado.
Sospecho que todos esos libros que mencionas me gustarían una vez me pusiera, sobretodo "Dune" confieso que me tiene la mar de intrigada y se que algún día sucumbiré a su lectura.
(Y me pondré "To tame a land" de los Maiden de fondo claro).
Así que tu entrada va a ser de esas tentaciones de referencia a las que una retorna una y otra vez.

Y bueno a nivel literario más modesto uno de mis iconos es "El fugitivo" de Richard Backman, que supongo que tal vez te gustaría.


Siempre interesante leerte, saludos!

Último Íbero dijo...

¡Qué buena colección de lecturas y de recomendaciones! Así da gusto volver a tener internet en casa...

Te añadiría algunos títulos, pero creo que eso saturaría mucho esta entrada y, además, creo que añadiría poco a lo que ya has comentado.

De todos modos te dejo dos:

"Herederos de las estrellas" de James P. Hogan, sobre una curiosa explicación del origen de los Cromagnon derivada de una catástrofe ambiental y del descubrimiento del cadáver de un astronauta en la Luna.

"1492, la redención de Cristobal Colón" de Orson Scott Card. Trata sobre una Tierra esquilmada e incapaz de sobrevivir y el proyecto de la menguante raza humana para mandar al pasado a un grupo de personas para que alteren el pasado... actuando sobre Colón.